El Heraldo

SUPERVIVENCIA EN EL RÍO.

Comerciantes y dueños de lanchas, chalupas y ferrys del Atlántico aseguran que de a poco han reactivado sus servicios en medio de la pandemia del coronavirus.

Por Luis Rodríguez Soto

En medio de las dificultades, los lancheros, galuperos, conductores de ferry y comerciantes de los puertos municipales sobre el Magdalena miran con optimismo la reactivación.

El plan es sabroso de por sí. Una ‘vaina’ linda para el que le gusta la vida de pueblo. Lo único malo es el inclemente y cruel sol ribereño que fatiga y somete al más acostumbrado a su poder, pero la estadía y/o espera antes del viaje se compensa con la fresca sombra debajo de cualquier árbol que haya a la vista y el olor poderoso, penetrante y seductor que desprenden los fogones de leña. Hay variedad si el estómago gruñe y se goza del tiempo para calmarlo. Por un lado está la mojarra roja frita, el pargo y la sierra.

Por el otro están los menús corrientes, la chuleta de cerdo o la exótica sopa de ojo de vaca, un manjar que no está hecho para todo el mundo y menos si minutos después se va a montar en una chalupa. Si sentado y está “mal alimentado”, según muchas matronas, el plato pone a sudar frío a más de uno, piénselo dos veces si luego va a tener un traslado al otro lado del departamento en medio de una balsa de madera.

Igual aunque el tiempo apremie, las opciones siguen estando al alcance de cualquier mano. Un desfile de empanadas y arepa de huevo cautiva hasta el contratista más ajeno al placer de los fritos y que, por alguna razón, terminó lejos de las tierras frías del interior del país y movilizándose por los rincones más recónditos de la región Caribe a bordo de un ferry o johnson, una opción de transporte intermunicipal que sigue más viva que nunca.

Y es que a pesar de los avances en materia de infraestructura, el aumento de opciones para ir de un lado a otro, cualquier queja de las embarcaciones, mal pronóstico y los golpes a la economía y restricciones que fueron ocasionados por la pandemia del coronavirus, dentro del corazón de Puerto Girado y Sabanagrande la demanda de movilizaciones fluviales hasta el Magdalena sigue estando a la orden del día. Hay ofer- ta y demanda.

Los puntos en mención siguen siendo centros de desembarque, arribo y salida del Atlántico que benefician a un importante número de habitantes del departamento y el Magdalena, que han gozado y crecido de la mano de una necesidad: ir de un pueblito lejano a otro municipio un poco más grande. De Sitionuevo hacia Sabanagrande. De Salamina a Ponedera. Los precios para transportarse son diferentes debido al lugar, pero por lo general oscilan entre los 4.000 y los 134.000 pesos colombianos por trayecto, siendo en el último caso por la movilización de una tractomula cargada. El valor por moto es de 5.000 y el de un automóvil, 20.000

En estas ‘aduanas’, como en la mayoría de lugares del mundo, la población comerciante se ha convertido en un ejemplo de resiliencia en medio de una pandemia. Estuvieron cerrados, en algunos casos por más de cuatro meses, pero a pesar del duro golpe ya han logrado levantarse en los últimos meses y recuperar la economía de estos sitios. Toda una proeza y lucha en medio de las adversidades a la orilla del río Magdalena que inicia desde las 5 de la mañana y culmina casi 12 horas después.

“Al principio de la pandemia sí bajaron bastante las ventas, pero ahora subieron. Lo bueno es que se han mantenido las ventas desde la mañana hasta casi al mediodía. Hay días movidos y otros no tanto. Aquí en Puerto Giraldo yo vendo mucho fritos y jugos de naranja. Me beneficio mucho de la cantidad de camioneros que llegan aquí. Eso es importante para que uno pueda ganar algo de dinero”, contó Yarleidys Pérez Cervantes, de 22 años.

UN NEGOCIO PRÓSPERO. El transporte fluvial en estos puntos del Atlántico no solo beneficia a los dueños de las chalupas y ferrys. Alrededor de estas terminales ribereñas se creó hace muchos años todo un ecosistema comercial donde todos subsisten gracias a los otros. Los vendedores de almuerzos se encargan de ‘matar’ el hambre de los pasajeros y, de paso, hacer que la espera no sea tan larga. Sin ellos, muchos desistirían de esperar una lancha que demora en regresar.

Es por eso que cuando aparecen nuevas restricciones debido a la pandemia hay una enorme afectación a todas las personas que se ganan en la vida en estos puntos. Pero –por más complicado que ha sido el panorama– los puertos se han reactivado de manera dinámica y siguen dando los frutos de sus mejores años.

Este negocio es como todos. Hay días buenos y malos. A veces no hay plata, pero este transporte es buenísimo. Lo que siempre hemos querido es que nos dejen seguir vendiendo nuestras comidas, que es de lo que vivimos. Yo estoy aquí hace 25 años y saqué adelante a mi hijo luego de que mi esposo me dejó. Puerto Giraldo me ha ayudado mucho. En la pandemia yo duré cuatro meses en la casa, pero ahora volví hace seis meses y me ha ido muy bien”, explicó Lenys Mejía.

“Aquí nos hacen falta son los camioneros o las personas que vienen con sus familias. Ellos son los que nos dejan las ganancias a nosotros. Lo bueno es que han seguido pasando por aquí”, agregó.

SABANAGRANDE, EN MARCHA POR EL RÍO. A diferencia de Puerto Giraldo, en Sabanagrande el grueso de pasajeros consta más de estudiantes y trabajadores. En este punto del Atlántico, los que usan los servicios de las lanchas aseguran que el viaje por río les sale mucho más económico, rápido y cómodo que cruzar por el puente Pumarejo. Consideran que estos puertos son de gran ayuda para las habitantes de municipios del Atlántico y el Magdalena y solo desean que mejore la frecuencia de salidas y, en algunos casos, que se mejoren las condiciones de las ‘naves’.

“A veces a mí no me da tiempo de agarrar el bus y por eso tomo la chalupita para ir a trabajar al pueblo. Son cómodas y son un transporte muy bueno que tenemos acá en el puerto. Por este sector es mucho más corto el trayecto y eso beneficia mucho”, manifestó Jesús Chasoy.

Según los despachadores, diariamente se transportan por este medio más de 1.000 personas hacia el Magdalena. Explicaron que, por trayecto, solo van en las embarcaciones 15 personas y que –de a poco– se han reactivado al 100 % de su capacidad.

“A pesar de la pandemia nos hemos mantenido. En un principio bajó todo y nos afectó, pero ahora mismo todo está volviendo a la normalidad gracias a Dios. Aquí tenemos aparatos que llevan rápido a la gente”, aseguró Nelson Gutiérrez, despachador del puerto de Sabanagrande.

PORTADA

es-co

2021-05-16T07:00:00.0000000Z

2021-05-16T07:00:00.0000000Z

https://elheraldo.pressreader.com/article/281711207539126

El Heraldo