El Heraldo

El reverdecer del campo del Atlántico

Está en marcha la reactivación productiva del campo del Atlántico que apuesta por la conversión de los campesinos en pequeños empresarios. Una política agroindustrial que nos invita a mirar a la ruralidad con esperanza y optimismo.

El futuro del campo en el Atlántico está en los agronegocios. Convertir a los campesinos, en particular a los del sur del departamento, en empresarios del agro es todo un desafío de alcance socioeconómico. Por un lado, les permitirá generar condiciones para garantizar su seguridad alimentaria, y por otro obtendrán ingresos para consolidar un modelo propio de agricultura familiar sostenible con el que mejorarán su calidad de vida. Alrededor de 11.300 beneficiarios directos forman parte de esta ‘revolución agroindustrial’, liderada por la Gobernación del Atlántico, que articula lo público y privado para dar un nuevo aire a la ruralidad del Atlántico, mientras se impulsa su reactivación plena.

Es imprescindible respaldar al campo, sector clave de la economía que al margen de la pandemia venía afrontando una compleja problemática asociada a la pobreza e inequidad, además de una pérdida acelerada de competitividad de los pequeños campesinos por la enorme brecha de ingresos entre lo rural y lo urbano, los elevados costos de producción, la intermediación en el proceso de comercialización, el estancamiento de la estructura productiva agrícola o la falta de acceso de los productores a recursos financieros de bajo costo, entre otras realidades sobrediagnosticadas en Colombia, y vinculadas, de manera histórica, a la ausencia del ordenamiento de la propiedad rural y del uso del suelo.

Invertir en el campo es una decisión acertada. La economía agrícola puede ser rentable y sostenible, y las tierras rurales, adecuadas de forma óptima, tendrán capacidad de generar crecimiento económico y desarrollo para sus comunidades. Recursos por $ 127 mil millones invierte la Gobernación del Atlántico en los municipios con vocación agrícola del departamento para acompañar las distintas fases de planeación, producción, distribución, transformación industrial y comercialización de sus productos tradicionales, y de los nuevos cultivos –limón tahití, palma y girasol oleico. Estos últimos hacen parte de una innovadora iniciativa para conocer las potencialidades del campo atlanticense que empieza a reverdecer, como lo hacen estas hermosas flores amarillas, sinónimo de vitalidad, positivismo y energía, cualidades que motivan a los labriegos del departamento a sembrar con ilusión sus parcelas. Transformar tierras de monte y de trupillo en áreas de cultivos productivos, como está ocurriendo en Repelón con la palma de aceite, es la prueba fehaciente de que el Atlántico puede rescatar su campo, modernizarlo, y sentar las bases para ser una región agroindustrial. Como indica la gobernadora Elsa Noguera, “el acceso al agua con la rehabilitación de los distritos de riego, los incentivos de capitalización rural para acceder al crédito y la asistencia técnica en sitio”, pilares de esta estrategia, aseguran cosechas de calidad con mercados garantizados. El agua es la vida del campo y de ella depende la reactivación productiva de las zonas de distritos de riego. Además de la inversión en estos sistemas, se avanza en otras acciones para rehabilitar y construir 450 jagüeyes en 17 municipios.

Hará falta mayores esfuerzos de los que ya se adelantan para garantizar el derecho a un nivel de vida adecuado a los campesinos del Atlántico, que merecen agua potable, saneamiento básico, salud y educación dignas, permanencia productiva de sus jóvenes en las labores del campo, y mejoramientos de sus viviendas, entre otros asuntos prioritarios; pero el impulso que está teniendo la reactivación económica y la producción agropecuaria en los municipios del sur del departamento es innegable, además de estimulante porque marca un camino de bienestar y prosperidad para miles de familias rurales desgastadas tras años de lucha para intentar mantenerse a flote apenas con lo justo. Larga vida a la cultura campesina a la que le debemos tanto.

Transformar tierras de monte y de trupillo en áreas de cultivos productivos, como está ocurriendo en Repelón con la palma de aceite, es la prueba fehaciente de que el Atlántico puede rescatar su campo, modernizarlo, y sentar las bases para ser una región agroindustrial.

OPINIÓN

es-co

2021-06-12T07:00:00.0000000Z

2021-06-12T07:00:00.0000000Z

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